La motivación es un tema clave a lo largo de la vida, pero especialmente en el adolescencia. En ese momento vital que parece que la pereza toma el control y les cuesta casi todo, la motivación es el motor que nos pone en marcha, es el motivo por el que nos vale la pena hacer las cosas, o no hacerlas.
Muchas veces vemos chicos y chicas que parece que tengan algún problema de atención o de concentración, pero al evaluarles vemos que solo es un problema de motivación, de que no encuentran motivos para ponerse a estudiar, o motivos que les parezcan mínimamente atractivos.
Esa es la cuestión, que no saben cómo estudiar de una forma efectiva, porque nadie les ha enseñado, y al ponerse frente a los libros, se aburren y si los resultados no van bien, se desaniman, se vienen abajo y dejan de hacerlo, dejan de intentarlo porque la experiencia les demuestra que no vale la pena.
Esto es en los casos más graves, pero hay otros casos más leves, que no es que dejen de ponerse a estudiar, simplemente le dedican menos tiempo del necesario, con lo cual, los resultados serán mediocres y no ayudan a que salgan del círculo.
A veces, desde casa, queremos motivarlos y recurrimos a las técnicas más habituales: los premios y/o los castigos o amenazas. Ambas son técnicas muy limitadas en cuando a si poder motivador, porque en cuanto desaparece el premio o el castigo, no perdura en ellos el buen hábito de estudio.
Quitando aparte de los efectos secundarios que tienen los premios y castigos en su autoestima y en su autonomía, tienen en común que son refuerzos externos, que requieren de una persona que esté pendiente y que ejerza el control y aplique los efectos anunciados. Es decir, la motivación será externa, será por la acción de otra persona.
Esto suele ser desgastar a la persona que tiene que estar pendiente y hacerle responsable de cosas que no les corresponde, porque los responsables son los propios adolescentes, cada uno de su propio estudio. Es una forma de desvincularlos de sus tareas y de esfuerzo.
La verdadera motivación, y no hay ninguna más potente, es la que nace de dentro, una motivación interna, que no depende de nadie, sino que yo mismo me pongo en marcha porque me interesa. El programa Estudiar con sentido se centra en este tipo de motivación y enseña a potenciarla y a partir de ahí para conseguir los avances necesarios.
El centro de esta motivación es estar orgullosos de lo que hemos hecho, satisfechos con nuestro trabajo, después de todo el esfuerzo que hemos hecho, estamos contentos con el resultado: orgullosos y satisfechos. Ese es el verdadero objetivo de este programa, conseguir en cada estudiante la sensación de ¡Wow, lo que soy capaz de hacer!
Si quieres esto para tu hijo o tu hija, o para tu familia, concierta una cita para que nuestras entrenadoras puedan ayudar a sacar todo el potencial de tu hijo y se ponga a estudiar por sí mismo, para sí mismo.
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